miércoles, 16 de junio de 2010

LAS MUJERES Y LAS FLORES


En riguroso silencio las ocho mujeres van elaborando sus centros de flores. Trabajan de pie y situadas una al lado de la otra detrás de una fila de mesas en forma de U. Un “¡Ay madre, esto se cae!” de una alumna es lo único que rompe el silencio. En las mesas montones de espigas y plantas de cereales como avena y trigo, flores, espirales, todo de diferentes colores, se mezclan como si de una obra de arte floral en sí misma se tratara. Las mujeres en silencio se desplazan de una mesa a otra para recoger el material según sus necesidades. Esto es lo que me encuentro cuando llego al Centro Social de San Vicente de Arana.

Hoy es el último día de este curso de Arte Floral que organiza UAGA para las agricultoras y desempleadas de la Montaña Alavesa. El Curso se inició el día diez de Abril y cada mañana de los sábados varias mujeres se han estado reuniendo para aprender a construir preciosas joyas ornamentales con flores y plantas.

Media hora más tarde desde mi llegada todo se revoluciona. Se nota que van terminando sus centros. Ahora piden opiniones a sus compañeras. Mari Carmen dice: ¡A ver, darme vuestra opinión! Edurne, la profesora, se pasa por cada mesa para darles consejos para los últimos retoques. “Lo que interesa es que tapes ese detalle. ¡Cardos no!”, le sugiere a una alumna. Edurne trabaja desde hace tres años en Ilur Garden en Agurain. Desde hace dos años imparte cursos de Arte Floral. Para poder enseñar lo que sabe hizo primeramente un curso de Auxiliar de Florista, después un curso de Florista y finalmente logró el título de Maestro de Florista. Gracias a ello puede compaginar el trabajo en el invernadero con el de la enseñanza. Aún más, también realiza monográficos de ramos de novia, coronas funerarias, etc.

“Le puedes meter algo verde o naranja pero mejor el color natural. Se le caen las flores, métele más cola”, le aconseja a Jose. Lo mismo le indica a Maribel: “Échale más silicona”. Lo que utilizan para pegar las flores y espirales a la esponja es la silicona. Para agregar este producto usan las pistolas de silicona. En el Centro tienen varias pistolas, algunas de ellas de tamaño más pequeño. Las pistolas se encuentran en una mesa separada de las mesas donde trabajan las mujeres. Las alumnas comparten todo el material. En las mesas se ve algún alicate o cortalambres, rollos de alambres de floristería y algún tape en color verde o cinta de gutapercha, que sirve para forrar los tallos de las plantas. Lo único que no comparten son las tijeras, puesto que tienen unas para cada una.

Ahora le toca el turno a Mari. Edurne contempla su centro de flores. Mari pregunta: ¿Qué me vas a dar, un tres o un cinco? Edurne lo tiene claro y le dice que hay mucho colorín. Por tanto, le pide que prescinda de alguno de los ornamentos aunque le permite que le quite lo que le parezca a ella.

A su lado, Maribel se queja de que cada vez está peor para hincar. “¡Ya no cabe un alfiler!”, farfulla. Hoy están haciendo un centro de flores sobre una base de madera de color. Edurne ha llevado varias bases de colores. Todas querían la de color plateado porque es más fácil de combinar con cualquiera de las flores. Jose y Cristina tuvieron que coger las bases de color naranja porque ya se habían llevado sus compañeras las bases en color plata. Aún así a Jose le quedaría bien colgada en la pared de color crudo del recibidor de su casa, como me mostró más tarde, puesto que la pared opuesta está pintada en color naranja.


Mari ha ido en un momento al bar y vuelve con una cazuela en una mano y un plato con rebanadas de pan en la otra, y pregonando que trae chorizo a la sidra. Instantes más tarde entra la responsable de los cursos de UAGA, que por ser el último día les hace una visita. También tiene algo que anunciarles: “Chicas, ya no hay más dinero para más cursos en este año. Así que ir pensando alguno para el año que viene; hacéis grupo y me lo proponéis. ¡Ir pensando!”, les anima. También les advierte de que se deben organizar bien. Les recuerda que el curso en Zalduendo ha sido un desastre, ya que estaba previsto para veinte mujeres y tan solo han asistido un total de trece personas. Como ha participado menos gente de lo esperado, los costes ha tenido que asumirlos ella misma.

Hace un rato que parece que ya tenían todo terminado pero estos últimos retoques propuestos por Edurne les mantiene muy ocupadas. Mari les recuerda que ha traído el almuerzo. “¡Vamos a comer, que se lo comen las moscas!”, grita alguien. Poco a poco se van acercando a la cazuela, pero no pierden mucho tiempo; con ímpetu van volviendo todas a sus puestos. Ahora algunas ya han terminado y empiezan a recoger el material. Otras, en cambio, no cesan en su empeño de conseguir hacer el centro de flores de sus sueños. Maribel se empecina en poner en su centro todos los elementos florales de que disponen en el centro en este día. Aún con más ahínco cuando le aconseja Edurne que meta más ornamentos en su centro. “No puedo dejar nada”, sostiene Maribel.

De repente, Mari empieza a quitar una a una las espigas y flores de su centro. Todas le miran con extrañeza. Se le ha roto la esponja. Debe volver a empezar. Pero para ello cuenta con la ayuda de su profesora, quien al mismo tiempo enseña a Jose y Cristina a elaborar una flor, con el fin de que la aprovechen para sus centros. Estas se muestran orgullosas con el resultado, por lo que deciden hacer más flores y aderezar sus centros con ellas. Tan jocosas están de su nueva habilidad que se atreven a enseñar a alguna de sus compañeras a elaborar flores.

Parece que ya quedan satisfechas de sus trabajos. Es el momento de saldar deudas. El material que utilizan para sus elaboraciones florales está subvencionado. Esto significa que las alumnas no tienen que pagarlo; lo único que tienen que abonar son los recipientes que han usado para sus obras, entre los cuales se encuentran las bases del día de hoy. “Pienso coger flores de los caminos o de la huerta y dejarlas secar para luego hacer centros”, comenta Jose. A ella no le importa pagar los recipientes porque, según afirma, le vienen de maravilla.

Por fin llega el momento de colocar en fila sus centros terminados sobre la mesa. Edurne quiere sacarles fotos para guardarlas en su ordenador, como hace en cada clase una vez están terminadas las obras. Toca hacer balance del curso. “¡Hoy ha sido fácil!”, opina una de ellas. Todas están de acuerdo y todas igualmente coinciden en que el día que tuvieron que hacer la bola de flores fue el más duro. “La bola nos creó un trauma”, recuerda Mari Carmen.

Otro día más la clase ha finalizado más tarde de lo previsto pero ellas están demasiado ansiosas de disfrutar una vez más de sus trabajos. No tienen prisa por irse a sus casas. Merece la pena quedarse un poquito más para contemplar sus obras plasmadas en fotos. Relajadas y rodeando a su profesora al ordenador contemplan las fotos. Es así como dejo a estas amantes de las flores. Fuera del centro, en distintos lugares, sus casas aguardan engalanadas en colores; creaciones florales hechas arte, de la mano de estas artistas de la montaña alavesa.

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